Laura Elin Pigott, profesora de la Universidad South Bank de Londres, explica en un artículo escrito para The Conversation cómo miles de años de convivencia y domesticación han permitido a los perros desarrollar una extraordinaria capacidad para interpretar las emociones de sus dueños.
Estudios muestran que los cerebros caninos contienen regiones específicas dedicadas a procesar la voz humana, similares a las nuestras. La experta en neurociencia señala que tanto la corteza auditiva como la amígdala, involucrada en la gestión de las emociones, se activan cuando los perros escuchan sonidos con carga emocional, como risas, llantos o gritos.
Leer los rostros y contagiarse de emoción
La académica apunta que estos animales también pueden distinguir expresiones faciales. Una investigación demostró que, al ver la cara de una persona familiar, el cerebro de los canes activa centros de recompensa y emoción, lo que significa que este órgano procesa expresiones en forma de sentimientos.
Piggot destaca que los perros no solo observan las emociones, sino que también pueden contagiarse de ellas, algo que los investigadores denominan 'contagio emocional', una forma básica de empatía en la que un individuo refleja el estado anímico de otro.
Varios estudios detectaron ritmos cardíacos sincronizados entre perros y humanos en situaciones de estrés, un indicio de una empatía instintiva. La experta explica que cuando un perro bosteza o gime con sus dueños, no se trata solo de una simple imitación mental, sino de una conexión emocional y de asociaciones aprendidas que refuerzan su empatía con los humanos.
La química de la afinidad
La neurocientífica detalla que cuando los perros y sus dueños se miran a los ojos, ambos experimentan un incremento de oxitocina, más conocida como la 'hormona del amor', reforzando su vínculo emocional. Asimismo, precisa que este comportamiento parece ser único de los perros domesticados, ya que los lobos no muestran la misma respuesta.
Más allá de la vista y el oído, los canes son hábiles para interpretar emociones con su olfato, ya que pueden distinguir entre el sudor asociado al miedo y a la felicidad, reaccionando de forma diferente según el olor. También pueden responder a posturas y expresiones faciales, demostrando que tienen la capacidad de comprender el estado de humor de los humanos.
"En los perros, miles de años viviendo como nuestros compañeros han perfeccionado las vías cerebrales para interpretar las señales sociales humanas", resume Piggot, quien recalca que, pese a que sus cerebros sean de menor tamaño en comparación al de un lobo, podrían estar diseñados para "amar y comprender a los humanos".
Si te ha gustado, ¡compártelo con tus amigos!