A medida que se intensifican las olas de calor, los científicos tratan de comprender de qué manera el aumento de la temperatura afecta el funcionamiento del cerebro, un órgano particularmente vulnerable al calor debido a que no posee mecanismos propios para enfriarse.
Esta limitación hace que las altas temperaturas representen un riesgo considerable para quienes son susceptibles a ciertas afecciones neurológicas, como la epilepsia, la esquizofrenia, el alzhéimer y el párkinson. Según los investigadores, el calor extremo podría provocar convulsiones más frecuentes y graves en personas con epilepsia.
Este fenómeno también puede agravar el deterioro de las conexiones cerebrales defectuosas, lo que explica por qué los síntomas de enfermedades como la esclerosis múltiple suelen empeorar con el aumento de la temperatura.
Además, el calor favorece la deshidratación, lo que espesa la sangre y eleva el riesgo de coágulos, incrementando así la probabilidad de sufrir accidentes cerebrovasculares. Los especialistas recuerdan que, durante la ola de calor que azotó Europa en 2003, aproximadamente el 20 % del exceso de muertes se registró entre personas con trastornos neurológicos.
Alteración de otras funciones cerebrales
Sin embargo, el calor no solo afecta la salud física, sino que también puede alterar nuestra cognición, haciéndonos más irritables, agresivos o propensos a la depresión. Diversos estudios han vinculado las altas temperaturas con un incremento de la delincuencia con violencia. Algunos trabajos incluso sugieren que el calor podría influir directamente en el surgimiento de conductas destructivas.
Por otro lado, se ha observado que el rendimiento cognitivo disminuye cuando aumenta la temperatura ambiente. Una investigación mostró que un aumento de apenas cuatro grados centígrados, percibido por los participantes como una temperatura agradable, redujo en promedio un 10 % el desempeño en pruebas de memoria, tiempo de reacción y funciones ejecutivas.
Otro estudio halló que los años escolares con más días calurosos se asociaban a peores resultados académicos, especialmente cuando las temperaturas superaban los 27 grados centígrados. Una exposición prolongada al calor podría afectar el proceso de aprendizaje de los estudiantes.
¿Cómo actuar en estos casos?
La forma más eficaz de mitigar estos efectos es enfriar el cuerpo lo antes posible. Los investigadores aconsejan que, si no se dispone de aire acondicionado, los ventiladores pueden ser de ayuda, además de que es fundamental mantenerse hidratado. Aunque parezca evidente, hay que subrayar que lo crucial para el bienestar del cerebro, el estado de ánimo y las funciones cognitivas no es tanto la temperatura exterior, sino la temperatura corporal.