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Así fue el peor accidente de aviación de la historia: 583 muertos por una brutal colisión

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En 1977, dos aviones Boeing 747 chocaron en la pista del aeropuerto Los Rodeos, en la isla española de Tenerife.
Así fue el peor accidente de aviación de la historia: 583 muertos por una brutal colisión

La peor catástrofe aérea de todos los tiempos se fraguó durante horas mientras confluían una serie de infortunios y de errores humanos que dieron lugar a un siniestro en el que perdieron la vida 583 personas. Nunca antes las víctimas de un accidente aéreo habían sido tantas y hasta la fecha no se ha alcanzado tal cifra.

Los hechos sucedieron el 27 de marzo de 1977 en el aeropuerto de Los Rodeos, en la isla española de Tenerife. Ese día todo lo que pudo salir mal salió mal y dos Boeing 747, conocidos como jumbos, los gigantes del cielo, se vieron involucrados en una colisión totalmente inesperada.

El escaso tráfico que normalmente circulaba en Los Rodeos se vio incrementado ese día de imprevisto, con el desvío de aviones desde el aeropuerto de Gando, en la vecina isla de Gran Canaria.

Un aviso de bomba inició el efecto mariposa

Una bomba había explosionado a las 12.30 horas en una floristería de ese aeródromo y la amenaza de otra bomba hicieron que las autoridades desviaran el tráfico aéreo.

El atentado fue responsabilidad del Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (Mpaiac). La bomba de la floristería dejó varios heridos y tan solo una víctima mortal que fallecería 16 años después como consecuencia de las secuelas. Sin embargo, fue el aleteo de mariposa que acabaría causando el mayor accidente de la historia en la isla de al lado.

Entre los aviones desviados ese día estaban dos Boeing 747. Por un lado, un jumbo de la holandesa KLM que se dirigía a Gran Canaria. Había despegado esa mañana del aeropuerto de Schiphol, en Ámsterdam, con 14 tripulantes y 235 pasajeros, la mayoría holandeses, incluidos 48 niños y tres bebés. 

El otro gigante del aire era un avión de la estadounidense Pan American Airlines (Pan Pam), que había despegado de Los Ángeles el día anterior y había hecho escala en Nueva York para recoger a más viajeros. Llevaba a bordo 16 tripulantes y 380 pasajeros, la mayoría de los cuales, de edad avanzada, tenían como destino final Grecia para embarcarse en un crucero por el Mediterráneo.

Un aeropuerto colapsado

Cuando comenzaron a aterrizar en Los Rodeos vuelos desviados de Gando, el aeropuerto comienza a colapsar. Se trataba por aquel entonces de una instalación antigua, con una plataforma reducida, sin radar de superficie y en medio de una complicada orografía montañosa propensa a los cambios meteorológicos bruscos.

Por supuesto, el pequeño aeropuerto no estaba preparado para acoger a los gigantes jumbos, que apenas tenían sitio suficiente para realizar las maniobras necesarias en pista.

Todo lo que podía salir mal, salió mal

A partir de entonces se produce una cadena de situaciones adversas y malas decisiones, una tras otra. 

El piloto Jacob Louis Veldhuyzen van Zanten, de 50 años, capitán del jumbo de KLM, decide llenar los tanques de combustible con el fin de ahorrar tiempo y cumplir con las estrictas normas de aquel entonces de la aviación holandesa. A la postre esos miles de litros de combustible harían más pesada la nave y complicaría la catástrofe.

A las 16.00 horas y comprobado que no había más bombas en Gran Canaria, se reabre el tráfico aéreo hacia esa isla. El Pan Am es el primero en recibir el permiso para despegar y poco después lo hará el KLM.

Llega la niebla

Mientras los dos Boeing se dirigen a la cabecera de pista sur con la intención de despegar uno tras otro, llega una densa niebla que acaba con la visibilidad a más de 300 metros y se desata el caos.

El KLM logra llegar a la cabecera de la pista, pero no sucede lo mismo con el Pan Am, al que la falta de visibilidad y el fallo de las luces de la pista hace que se equivoque de dirección y quede atravesado en la pista. Además, las comunicaciones de la torre no son fluidas, con sus tres controladores sobrepasados por el inusual tráfico.

La niebla se hizo aún más densa y la impaciencia de Van Zaten, junto a problemas de comunicación, hicieron el resto. El piloto del KLM inicia el despegue sin permiso, sin saber, y sin ver, que el Pan Am está cruzado en la pista a 1.300 metros.

Desde la torre le dicen "de acuerdo, espere para despegar, le llamaré", pero Van Zaten no espera, acelera hasta superar los 150 kilómetros por hora y solo cuando estaba a escasos 100 metros logró a vislumbrar el jumbo americano. Su intento de despegar fue frustrado y los dos gigantes colisionaron.

El KLM acabó totalmente calcinado. Tras el impacto con el otro jumbo se precipitó a la pista y se incendió inmediatamente, algo a lo que colaboraron sus tanques llenos. El Pan Am también ardía, salvo la parte delantera, pero no explotó.

Solo hubo 70 supervivientes de la colisión, todos ellos pasajeros o tripulantes del Pan Am, aunque en días posteriores fallecerían, por las heridas, nueve de ellos. En total, 583 fallecidos, un macabro récord nunca superado.

Los dos principales hospitales de la isla, el Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria y el Hospital Universitario de Canarias (HUC), colapsaron. Los trabajadores sanitarios se incorporaban a trabajar de forma voluntaria mientras los tinerfeños acudían a donar sangre siguiendo los llamados de los medios de comunicación.

No fue el único accidente que tuvo como escenario Los Rodeos. En ese aeropuerto hubo siete accidentes que sumaron un total de 950 fallecidos. El de marzo de 1977 fue el sexto desde 1964 y tres años más tarde tendría lugar otro, el último.

Cambios tras la tragedia

La tragedia dio lugar a diversos cambios. Así, en 1978 se inauguró un aeropuerto internacional en el sur de la isla, el Reina Sofía, y se mejoraron los sistemas de seguridad, incluidos los utilizados en caso de niebla, y las instalaciones de Los Rodeos, que también vio cambiado su nombre por el de Tenerife Norte Ciudad de La Laguna. Desde 1980 la isla no ha vuelto a contemplar un accidente aéreo.

Uno de los factores determinantes del accidente fueron los fallos en la comunicación entre piloto y controlador, de manera que el capitán del KLM interpretó erróneamente que tenía permiso para despegar. Se produjeron interferencias en las comunicaciones de radio, además del uso de un lenguaje no estándar en la aviación.

La envergadura de la tragedia propició una exhaustiva revisión de las normas y prácticas del sector que dieron lugar a sensibles cambios. Uno de ellos fue la revisión de los procedimientos de comunicación entre las cabinas de los aviones y las torres de control.

Se implantó el uso obligatorio de inglés estándar en las comunicaciones aeronáuticas para asegurarse de la claridad en todos los mensajes.

En Tenerife se construyó un monumento en el Parque de la Mesa Mota en honor de las víctimas de ese accidente. Fue diseñado por el artista holandés Rudi van de Wint y representa una escalera de caracol que sube hasta el cielo como símbolo de quienes perdieron la vida en esos aviones e interrumpieron su viaje.

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